RAFAEL URIBE URIBE
Es una localidad territorial administrativa que nace en 1991 y está situada al suroriente de Bogotá. Limita con los sectores de Usme y Ciudad Bolívar. Está dividida geográficamente en una zona montañosa rural destinada antiguamente a la explotación de chircales lo cual dio origen en los años 20 al primer barrio obrero del sur, La Cañada.
Aunque hoy no aparece reseñada en ningún documento la presencia en el barrio de varias etnias de inmigrantes Pijaos, Nasa, Inga, Pastos y Negritudes, la relación entre los Inga de la capital y sus familias y clanes del Valle del Sibundoy y el Resguardo de Manoy -Santiago y Mocoa y sus lugares sagrados- sigue siendo muy fuerte. Los primeros Ingas migran a la capital en 1954 (Barrios centrales de Mártires y Santa Fe), luego algunos núcleos familiares se desplazaron a la localidad Rafael Uribe Uribe en el 2001.
Los pobladores Inga, Pijao, Pastos y Nasa de la localidad manifiestan la dificultad de vivir en la ciudad, la dificultad de vivir en sus territorios ancestrales; pues ahora habitan un lugar donde hay ruido, afanes, caos; han perdido su lengua y los rituales y no tienen chagra, ni malocas, ni fiestas ni santuarios. No obstante amor por la ciudad, por los nuevos oficios y oportunidades, por la necesidad de reconectar y unir ambos mundos, por mantener un legado vivo para las nuevas generaciones.
Lejos de su territorio ancestral esta comunidad cultiva una utopía silenciosa de resistencia para transmitir su legado en una estrategia basada en el sincretismo y la adaptación. Ello hace posible la permanencia de la medicina tradicional y el conocimiento de plantas medicinales; el cultivo y transmisión la lengua “materna” a través de las mujeres y se preserva una mirada y una forma de estar en el mundo, vivas; la promoción del respeto y la unión de la familia, del clan pero también el integrarse y formarse en la universidad. Y en ese orden de ideas son las abuelas conservan los saberes de la chagra y de la comida y los Taitas los que tejen un territorio en la ciudad apoyando los cabildos indígenas urbanos y haciendo del caminar una práctica estética.
Las comunidades indígenas urbanas se asocian con colectivos artísticos, realizan mingas de pensamiento, promueven acuerdos con instituciones administrativas, sociales y culturales del sistema del arte, la academia y sus disciplinas artísticas. Vinculan la creación-investigación a su cotidianidad para dar reconocimiento al pensamiento de los sabedores. Generan una apropiación simbólica de espacios, construyen Malocas en parques, hacen rituales o performance en sedes administrativas, centros culturales, en plazas y calles, en obras e instalaciones efímeras.