En los tiempos globales las diferencias están en riesgo por ello retorna el pensamiento acerca de la identidad. En los lugares observatorios de lo patrimoniable, nos fijamos sobretodo en la identidad territorial y la identidad narrativa y encontramos una mágica convivencia de micro-identidades procedentes de lugares ancestrales, antiguos y contemporáneos, dispersos y acosados asimismo de nuevos fenómenos de identificación y creación de subjetividades inspiradas por las industrias culturales mundiales.
“Las ciudades deben establecer mecanismos institucionales y desarrollar los instrumentos jurídicos, financieros, administrativos, programáticos, fiscales, tecnológicos y de capacitación necesarios para apoyar las diversas modalidades de producción social del hábitat y la vivienda, con especial atención a los procesos autogestionarios, tanto individuales y familiares como colectivos organizados” (Carta Mundial por el Derecho a la Ciudad, Artículo IV. Producción social del hábitat, en Revista Paz y Conflicto n. 5 año 2012 p. 189).
¿Qué es un lugar? El diccionario nos dice que puede ser una porción de espacio, un sitio o paraje; una ciudad, villa o aldea (http://dle.rae.es/?id=NgMEY5T) pero también puede ser un pasaje, un texto, un tiempo, una ocasión, una oportunidad… Un lugar es todo eso y más. Es el sentido de la existencia ligado a un territorio y a unas formas de hacer y de pensar la realidad.
Es el espacio vital en el que cada ser humano hila su existencia.
Hay lugares pequeños, grandes, oscuros, fríos, agitados, confusos, fragmentados, invisibles… Espacios en los que la gente teje su vida cotidiana a través de su experiencia y sus sentidos.
Hay lugares que hablan de acciones importantes de la gente de a pie. Esa que construye casas sin tener apenas nada, que levanta columnas y techos y luego traza aceras en donde caminan sus sueños. Esa que poco a poco transforma su realidad desde abajo con ilusión y compromiso, azuzada quizá por la necesidad o por el látigo de la exclusión y el abandono.
Y hay otros lugares que hablan de prácticas ancestrales. De lenguas y ritos venidos del tiempo de las selvas y los ríos. De transcursos primeros en que los seres humanos compartían casa y espacios en armonía. Edades y seres de luz que se deslizan entre árboles milenarios en una perfecta comunión con los pájaros y las hormigas; con la oruga y el venado; con las flores y las hiedras. Seres que hoy han cambiado sus senderos de hojas y musgo por las plantas de hormigón y los días repetidos. Seres expulsados del paraíso por el veneno de la violencia y la miseria.
El arte permite elevarnos sobre los detritus de la cotidianidad. Es la única manera de sobrepasar lo inmediato y lo vulgar para hallar en las múltiples manifestaciones de la belleza otras percepciones de la realidad. Es una de las formas expeditas para ensanchar nuestros sentidos e imágenes y volvernos más humanos.
Y las prácticas artísticas cualesquiera que éstas sean, conducen a esos nuevos caminos de la emoción y la exaltación. Así a través de la música, la literatura, la pintura, la danza… es posible aproximarse a otras esferas del mundo para transformarlo, reconfigurarlo, armonizarlo.
Por ello son tan importantes en los procesos de visibilización de lo patrimoniable, es decir, de todo aquello que hace parte del acervo cultural de la gente, de sus modos de vivir la ciudad, el barrio, la calle, el mundo que le rodea.
A través de las prácticas artísticas es posible reconocer aquellos hitos que permanecen en la memoria y en la experiencia del día a día de los habitantes de esos lugares de la esperanza. Ellas hacen posible el sueño de reconstruir las imágenes de los caminos, las calles, los ríos y quebradas, los juegos, las formas de estar y ocupar los lugares, es decir, las formas de vivir con todas sus grandezas y minucias.
A través de las prácticas artísticas fue posible llegar a aquellos lugares populares en los que se avizora la esperanza: Las cruces Pardo Rubio, Minuto de Dios, Rafael Uribe Uribe, Usaquén, Choachí, Facatativá…
Los diversos talleres desarrollados en dichos espacios permitieron explorar en la memoria, en el sentimiento y las percepciones de la población que los habita. Personas de distintas edades y condición pero con una misma intención: volver a sus raíces y a aquellas manifestaciones significativas que hacen parte de su experiencia vital.
Revelaciones de eventos, lugares, acciones que se erigen como elementos de lo patrimoniable, de todo aquello que a futuro se puede visibilizar y difundir como señas de identidad y de pertenencia.
Si lo patrimoniable corresponde a todo aquel conjunto de bienes in-materiales que es, desglosado y articulado en una relación de abajo-arriba, una de las formas de acceder a él, de visibilizarlo, es a través de estrategias válidas que impliquen de manera activa a quienes habitan el territorio y sus esferas.
Por ello las prácticas artísticas se constituyen en un medio alternativo, renovador y dinámico que permite la participación efectiva de la gente a través de talleres en los cuales la danza, la música, la pintura, la fotografía, se conviertan en caminos expeditos para la resignificación de los espacios públicos, para dotar de contenidos y memorias la calle, la esquina, el parque y aquellos lugares intersticiales que de otra modo serían fragmentos dispersos, zonas de borde en las cuales sólo habita la desesperanza.
Los diversos talleres desarrollados en los espacios de la esperanza permitieron explorar en la memoria, en el sentimiento y las percepciones de la población que los habita. Personas de distintas edades y condición pero con una misma intención: volver a sus raíces y a aquellas manifestaciones significativas que hacen parte de su experiencia vital.
Revelaciones de eventos, lugares, acciones que se erigen como elementos de lo patrimoniable, de todo aquello que a futuro se puede visibilizar y difundir como señas de identidad y de pertenencia.
Así a través de la música, la danza, el grafiti… fue posible unir a grupos de personas de distintas edades y procedencias para reinventar los espacios urbanos, para llenarlos de imágenes y sonidos que devuelven la fe en las utopías, en la posibilidad de construir una ciudad otra habitada por seres que sueñan sobre el pavimento y creen en las posibilidades del Arte para mejorar las condiciones materiales y espirituales de la existencia.